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Tere y Oier

No le gusta que le llamen Teresa y mucho menos María Teresa. Prefiere Tere a secas. Desde hace 21 años trabaja en el servicio de limpieza de la Universidad de Navarra, despertándose cada día a las 3 y 30 de la mañana para limpiar el edificio de investigación. Aunque no han coincidido en edificio, uno de sus hijos estudia en la misma universidad que limpia.

 

 



La infancia de Oier fue como la de todos los de su época, pasando el tiempo con la Gameboy, pero con un límite de media hora a la semana (sí, sí, pone a la semana), y quedándose afónico canturreando el himno de esa época a pleno pulmón: “Llegaré a ser el mejor entrenador Pokemon ”. Tanto bicho raro acabado en -mon lo trastocó un poco, y tras completar el album con los 150 (151 con Mew) primeros cromos, supo que le iba el mundillo de entretener. Y aunque en bachiller entró en juego Lope de Vega , el amigo Quevedo y las historias tenebrosas de Alan Poe, la literatura pactó con las historietas cinematográficas de Burton, Tarantino y compañía decidiendo cursar en la universidad lo que vendría siendo un estrechado de manos entre ambos universos: Filología Hispánica y comunicación Audiovisual. Tras dos años entre las dos facultades (una muy seria; en la otra no era extraño cruzarte con un caballo) dejó la filología, reenganchándose en el curso anterior de Audiovisual. Y ahí sigue...



Su madre limpió hace años la facultad que pisa cada día. Y todavía siguen ahí sus amigas. Tere asegura que una de las ventajas de ese trabajo es que crea un vínculo de amistad muy fuerte. Por eso no duda en afirmar: “son amigas para siempre”. Dice, entre risas, que son como una piña de gente madrugadora. Pero si lo mejor es la amistad, dice que lo peor, o mejor dicho lo más complicado es compaginar el trabajo con el cuidado a la familia. Especialmente cuando son pequeños ya que hay acostumbrarse al ritmo que te marcan ellos. Y a tenido que acostumbrarse a esto tres veces, ya que después de Oier, vino Unai e Iñigo.



Levantarse a esa hora implica dormir menos, y la media hora de siesta no satisface todo lo que podría. Esto último queda demostrado en las múltiples broncas entre Tere y Oier, pero que acaban en un perdón por parte del hijo a la hora de cenar las alitas de pollo que ha preparado su madre. Es cierto que no se ven mucho al día, especialmente este año. Las numerosas prácticas del nuevo curso hacen cerrar más la facultad en una semana que Marengo en toda su vida, y solo se ven de nueve a nueve y media, momento que aprovecha Tere para leer algo antes de irse a la cama. Aunque todo se compensa el fin de semana, más tiempo y también más broncas.

 

Tere creció entre juegos como el bote-bote y las cuatro esquinas en la plaza de Lesaka. Bailes como la jota, el zortxiko y algún ritmo reggae sonaron durante su infancia y adolescencia. Rockera tanto de clásicos como Bon Jovi o Bruce Springteen, como de rock reivindicativo con Barricada o Hertzainak. Tras mudarse a Pamplona y casarse con Rogelio Barasoain, con un hijo que tenía en ese momento  nueve meses entró en el servicio de limpieza de la Universidad de Navarra. Desde el principio sabía que el trabajo tenía una complicación especial: el horario. De cinco de la mañana a nueve de lunes a viernes. Ella misma reconoce que no fue fácil los primeros años, en los que Oier, su hijo que no llegaba al año lloraba y pataleaba por casa.

Pero pese a las broncas, y la dificultad del horario para estar con la familia, admite que le gusta su trabajo, aunque reconoce que hay gente, de determinado ámbito, que no ve con buenos ojos los trabajos de servicio. Pero resalta que en el caso de la universidad, son los altos cargos los que más valoran su trabajo, y los que más amables son. Para ellas, una persona siempre atenta y que recordarán por su amabilidad es D. Alfonso Nieto y su “¿Por qué limpiáis? ¡Si ya está todo limpísimo!”

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